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sábado, 9 de diciembre de 2017

Especial Navidad: Al loro con Teodoro

Muy al pelo para estas fechas viene la expresión "se armó el belén", que usamos como sinónimo de organizarse algo muy caótico y, valga la contradicción, desorganizado. ¿De dónde viene esta asociación de ideas? Del hecho de que muchos belenes sean, más allá de los elementos básicos del pesebre, un batiburrillo de elementos dispares e inconexos y, en algunos casos, anacrónicos y fuera de lugar. ¿No te lo crees? Echemos un vistazo a algunos de los casos más habituales...

* Los inviernos de Belén son realmente fríos. Cuesta imaginar que una familia pudiera soportarlo en un simple pesebre, y mucho menos - como se encuentra en algunos belenes - habría lavanderas haciendo su oficio en el río a plena noche.

* A pesar de esto, es imposible que en Belén, en plena Cisjordania, hubiese nieve en ningún momento, ni siquiera en invierno. El frío en estas zonas puede ser intenso, pero siempre seco.

* La "estrella de Belén", obviamente no se habría detenido sobre el pesebre. Se cree que se trataba de una supernova que alumbró durante varios días el cielo, y que sirvió como guía a los sabios de Oriente.

* En algunos belenes pueden encontrarse pastores de pavos e incluso sembradores de patatas, cuando tanto unos como otras no llegaron a este lado del Atlántico hasta después del descubrimiento de América.

* El famoso "caganet" es un elemento que se introdujo en Nápoles como un detalle antisemita.

* En algunos belenes se coloca también el palacio de Herodes, cuando éste en realidad se hallaba en Jerusalén, no en Belén.

Con todo esto no significa que tengamos que ir de pedantes criticando los belenes que veamos por ahí. Todo el mundo tiene derecho a adornar sus belenes como más les guste, y la tradición nunca ha consistido en crear un diorama de exactitud histórica. Si hemos indicado todo esto, es para entender que la expresión "armarse el belén" seguramente partió de algo que la propia conciencia del pueblo reconocía como una reunión de elementos heterogéneos, pintorescos y familiares, que es lo que realmente caracteriza a un buen belén.




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