Vamos por fin con la crónica de ese maravilloso fin de semana geológico que pasamos por tierras asturianas, y que, como tantas otras geoexcursiones, fue realmente intenso y lleno de vivencias.
Como el viaje hasta el norte era un poco demasiado largo, hicimos una escala en Zamora para realizar una breve visita a Villafáfila. Lo avanzado de la hora no nos permitió dedicar mucho tiempo, pero aún así pudimos ver unos cuantos grupos de limícolas, unas pocas acuáticas, un cernícalo e incluso una lechuza.
Quedamos con el resto del grupo el sábado a las diez. Después de presentar a los nuevos participantes y saludar a los viejos conocidos, nos pusimos en marcha para ver los Bufones de Pría, un paraje geológico en el que, cuando la mar está más picada, se forman auténticos géiseres de agua a presión. Por suerte o por desgracia, teníamos la mar tranquila, por lo que tuvimos que contentarnos con imaginar la escena.
También pudimos visitar el Cobijeru, una playa interior con un complejo de cuevas realmente peculiar. Uno podía meterse (con mucho cuidado y con la ayuda de una linterna) en el interior, y después de un rato caminando (y gateando) la gruta se abre de repente en la pared de un acantilado, juntando en un solo vistazo el espectáculo de una cueva kárstica y el oleaje del mar.
Tras la pausa de la comida, nos dirigimos al Museo de la Minería y la Industria en El Entrego. Allí tenemos ocasión de aprender cómo es el duro oficio del minero, cuando tienen que bajar hasta las entrañas de la tierra en estrechos ascensores metálicos y bajar (con casco y todo) por angostas rampas apuntaladas con troncos de madera. El día todavía da más de sí, y antes de irnos a nuestro hotel en Lastres, podemos visitar la mina al aire libre de La Collada, en Siero.
El domingo por la mañana, después de un opíparo desayuno, nos toca algo de gastronomía, que de eso Asturias entiende un rato, y entramos en la Cueva del Cabrales para conocer los entresijos de la fabricación d euno de los más famosos quesos del mundo. Acto seguido, visitamos la mina Delfina, lugar abundante en azurita y malaquita.
Nueva (y abundante) comida, para echar un breve vistazo en el mirador del Fito y su despampanante paisaje, y acercarnos al Museo del Jurásico. Allí los peques (y no tan peques) disfrutaron de las increíbles recreaciones de dinosaurios, y es que Asturias fue también tierra de dinosaurios unos cien millones de años antes. Tras esta etapa cultural, hacemos una nueva parada en otra mina (esta de fluorita) y regresamos al hotel.
La última jornada del lunes la dedicamos a acercarnos a la playa de La Griega, donde podemos ver auténticas huellas de dinosaurio, evocando una época prehistórica en la que esos gigantes paseaban pesadamente por el mismo paraje donde nos hallamos. Antes de comer, una última mina que conocer (por si alguien dudaba todavía que Asturias es tierra de mineros) y una estupenda comida en una sidrería de Amandi ponen fin a esta geoexcursión. Con unos besos, abrazos y promesas de encontrarnos en salidas futuras, damos por concluida nuestra experiencia por tierras astures. Ahora os toca ver algunas de las fotos. En entradas posteriores os enseñaremos el resto.
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