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jueves, 16 de febrero de 2017

Al loro con Teodoro

Para gustos...

Los sufijos "-voro" o "-fago" están muy presentes cuando hablamos de animales, y más concretamente de sus preferencias alimentarias. El primero proviene del latín, y el segundo del griego, pero ambos significan "comedor de". Todos sabemos que los herbívoros son los que se alimentan de plantas, pero se puede especificar más. Un herbívoro puede ser granívoro si su dieta consiste en semillas y granos, folívoro si prefiere las hojas (y de ahí viene la palabra "folio"), palinívoro si come polen o nectarívoro si liba néctar; antófagos son los que comen flores, y xilófagos los que devoran madera ("xilos", en griego) también puede ser ficófago si se alimenta de algas o fungívoro si su dieta incluye hongos (aunque ni algas ni hongos pertenecen al reino de las plantas).

Los carnívoros, por su parte, pueden ser piscívoros (o ictiófagos) si depredan peces, insectívoros (también llamados entomófagos), oófagos (los que comen huevos), hematófagos (si beben sangre), o necrófagos (si tienen hábitos carroñeros, del griego "necros", muerte).  Y por supuesto están los omnívoros (esta vez del latín "omni", que siginifca "todo") que no le hacen ascos a combinar dieta vegetal y animal.

Pero ahí no acaba la cosa. Usamos "macrófagos" para aquellos animales que se alimentan de cosas más o menos grandes, y "micrófagos" para los que tienen una dieta tirando a pequeña o microscópica, como los que se alimentan de pláncton (planctívoros), restos de materia orgánica en el sustrato (detritívoros) o que flotan en el agua (suspensívoros).

Dentro de los más raros y asquerositos tenemos a los escatófagos o coprófagos, que se alimentan de excrementos. Si prefieren descomponer materia orgánica, tendremos a los saprófagos (del griego "sapros", podrido), y los hay incluso que son geófagos ¡comedores de tierra!





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